lunes, 27 de marzo de 2017

30 COSAS QUE IRRITAN A UN JUEZ DE UN ABOGADO/A. 30 COSAS QUE IRRITAN A UN ABOGADO/A DE UN JUEZ.


Suele decirse que un juez debe ser una esfinge: impasible, solemne y distante. Sin embargo, los jueces tienen su corazoncito y cuentan con las debilidades propias de todo ser humano, por lo que pese a la hermética coraza que cargo y toga imponen, bien está exponer treinta cosas que pueden irritar a algunos jueces, como lo hace el magistrado José Ramón Chaves.
Y lo hace con cierto tono de humor pero sobre el pedestal de la realidad cotidiana, y a sabiendas de elevar la anécdota a categoría. Este post guarda simetría con el titulado “Treinta cosas que, como abogado, me irritan de un juez”.
Tales cosas que pueden molestar a su Señoría, si bien tienen su inspiración en el ámbito contencioso-administrativo, fácilmente pueden predicarse de otros órdenes jurisdiccionales. Veamos.
1. Que el abogado llegue tarde, sin disculparse.
2. Que el abogado vaya con toga, pero desaliñado o indecoroso. Da la sensación de que no le importa su imagen ni la vista oral a la que se acude.
3. Que el abogado convierta su alegato oral en el maratón de Nueva York para predicadores. No digamos cuando afirma por novena vez: ”Y por último, aludiré…”.
4. Que el abogado acepte el rechazo de las pruebas que acababa de proponer ilusionadamente, dirigiendo al juez una gélida mirada estilo: “Vale, acepto pulpo como animal de compañía”.
5. Que el abogado no entienda lo absurdo de proponer una docena de testigos para probar algo evidente y que se deduce del expediente.
6. Que el abogado juguetee en estrados volteando un bolígrafo, con gomitas u otros inventos que distraen, o se dedique a hacer guiños a su cliente.
7. Que el abogado cite informes, el expediente o los autos en bloque sin molestarse en indicar el concreto número de folio, olvidando que ni siquiera “google” puede facilitar el rastreo por el juez en la selva documental.
8. Que el abogado invoque de forma genérica y vehemente la jurisprudencia del Supremo o Constitucional sin precisión alguna a sabiendas de que es un farol.
9. Que el abogado haga señales o gestos al testigo o perito, para orientar sus respuestas.
10. Que el abogado se detenga con interminable pausa, en plena vista oral por “haber perdido los papeles”, literalmente.
11. Que el abogado insista en cuestiones jurídicas ya zanjadas en anteriores litigios por el mismo juez, pese a la advertencia de éste.
12. Que ante una decisión del juez que no le favorece, el abogado la acate pero “bufe” literalmente, suspire ostensiblemente, eleve los ojos implorando amparo divino o encoja los hombros con rebelde resignación.
13. Dirigirse espontáneamente al juez, en plena vista oral, para sacarle de su nicho existencial, para preguntarle si conoce cierta sentencia… si ha leído el expediente… o plantear cuestiones ajenas al litigio.
14. Dirigirse al juez con un machacón “Señor” en vez de “Señoría” ( ambos términos reclaman atención, pero aquél encierra un mandato y éste un ruego).
15. Plantear la misma pregunta al perito o testigo una y otra vez, desde todos los ángulos posibles, agotando la paciencia de todos los presentes.
16. Solicitar acercarse al estrado para facilitar al juez el examen detallado de una prueba y superar la barrera de la intimidad, sentarse en la mesa del juez o hacerle sentir acorralado por abogados y peritos.
17. Convertir el alegato de la vista oral en una plúmbea conferencia o clase académica porque el cliente está presente, o para demostrarle al juez su erudición.
18. Que un escrito procesal esté repleto de errores gramaticales y de sintaxis y al tiempo de exponerlo en la vista oral la cosa empeore.
19. Que el abogado no respete al otro letrado. No le agrada que sea despectivo con el otro letrado utilizando el sarcasmo o expresiones duras ( “disparate”, “absurdo”, etc) para combatir su posición. Tampoco le agrada la suficiencia de quienes miran por encima del hombro al abogado contrario y en cambio buscan con miradas y sonrisas una complicidad con el juez.
20. Que el abogado en la vista “oral” lea sus escritos sin utilizarlos como mera nota de apoyo y, sin levantar la vista, intente no dejar pasar línea ni palabra sin pronunciar.
21. Que el testigo o perito pregunte una duda al juez, y el abogado se precipite a responder sin esperar la intervención de aquél. No digamos si interrumpe a éste.
22. Que el abogado, tras varios meses de pasividad procesal, deje para la vista oral un alegato (hecho o prueba relevante o desistimiento) que aligera y simplifica el litigio (pese a que el juez ya lo había estudiado íntegramente).
23. Que el abogado demuestre no haber dedicado el día antes de la vista un mínimo de tiempo a refrescar la cuestión y ordenar los puntos principales, exponiendo su alegato como mal actor, confuso y desmemoriado
24. Que el abogado hable mas rápido de lo que el juez es capaz de escribir ( o seguir con la mente). Todo razonamiento debe ser expuesto a velocidad inversa a su complejidad
25. Que el alegato del abogado sea un sudoku: sin principio ni fin identificable, sin ideas fuerza marcadas, reiterativo, desordenado
26. Que el abogado intente demostrarle al juez que sabe más que él ( por infantil soberbia, por vendetta o por inconfesables razones), lo que frecuentemente es cierto, pero lo importante es centrarse en el litigio e interés del cliente, y no personalizarlo o provocar que lo “personalice” el juez.
27. Que se queje o recurra una decisión del juez con ánimo retardatario, para justificar facturación o para intentar “marcar el territorio”.
28. Que el juez se entere de que el abogado ofrece fuera de los tribunales, una versión distorsionada de lo sucedido en la vista oral para su propia pompa y para escarnio de la parte contraria.
29. Que se pida al juez la nulidad de sus actuaciones como pataleta injustificada. Es legítimo apurar todas las posibilidades pero también el juez tiene derecho a sentirse molesto si el incidente es un despropósito y pone a prueba su paciencia.
30. Que el abogado no entienda “la mirada” del juez para indicarle contención en sus palabras, brevedad en su alegato, prudencia en sus pruebas o que todo lo que diga es inútil ( para lo bueno y lo malo). Y es que la mirda de un juez importa.


30 cosas que, como abogado, me irritan de un juez

 
No siempre hay cordialidad entre abogado y juez. A veces, es todo lo contrario. El magistrado José Ramón Chaves se pone en el lugar de un abogado -que un día fue- y revela las treinta cosas que más irritan a los abogados de los jueces.
En ocasiones, en el curso de un juicio oral alguna actitud o decisión del juez provoca malestar, desazón o irritación en el abogado que soporta con la contención que impone el lugar y el respeto a los intereses de su cliente.
Puesto en el papel de abogado, que lo he sido, expondré las 30 cosas o actitudes de un juez que como abogado me resultan irritantes, durante la celebración del juicio o vista oral, bien entendido que las expongo como situaciones puntuales, con visos de caricatura y para provocar la sonrisa, aunque como siempre con un poso de amargura porque al que ha sufrido ocasionalmente alguna de las situaciones, maldita la gracia que le hará.



Veamos:
1. Que obligue a ser puntual a las vistas aunque no predique  con el ejemplo.
2. Que no escuche…y que se le note.
3. Que me obligue a repetir lo mismo varias veces porque noto que no atiende… y que no demuestre darse por enterado.
4. Que me mire con desgana mientras hablo o mira hacia un punto perdido.
5. Que frunza el ceño como si le estuviera hablando de los problemas de Ganimedes.
6. Que guarde silencio cuando le toca hablar y responda con monosílabos cuando pregunto.
7. Que durante toda la vista oral no se haya molestado en tomar una nota ni examinar los autos.
8. Que el juez bostece con disimulo
9. Que me trate como un humilde pecador que acude ante el confesionario donde le aguarda el obispo.
10. Que en vez de zanjar una cuestión previa o prioritaria la posponga hasta sentencia por argucias procesales.
11. Que no se  fije en los detalles pese a que insisto, enfatizo, subrayo y grito…como profeta en el desierto
12. Que pida la siguiente pregunta al testigo cuando este no ha acabado de responder.
13. Que me diga “Sea breve” o “Vaya concluyendo” cuando apenas he empezado a exponer mi alegato.
14. Que considere impertinente mi testigo o mi pregunta cuando no ha captado su importancia porque no me ha dejado explicarlo.
15. Que crea que mis alegatos se han improvisado y sin esfuerzo.
16. Que cuchichee con el secretario judicial mientras hablo.
17. Que tutee al abogado contrario mientras me trata con distanciamiento.
18. Que sonría maliciosamente pensando que cobro mas que él.
19. Que se dedique a escudriñar con parsimonia el expediente mientras un interminable silencio cae sobre la Sala y la tensión se eleva.
20. Que la telepatía me dice que el juez tiene prisa por acabar este juicio.
21. Que no me regale, delante de mi cliente, ni un sencillo gesto de asentimiento mientras hablo.
22. Que demuestre falta de memoria cuando un asunto idéntico ante él siguió criterios probatorios y decisiones distintas.
23. Que acepte mi minuta y sentencias con la misma actitud que los folletos publicitarios en el metro.
24. Que me de la palabra como si fuera la última cena del condenado a muerte.
25. Que la sentencia llegue tarde y mal.
26. Que la sentencia no se entienda…ni por el vencedor ni por el vencido.
27. Que el juez crea que por tener la última palabra, tiene la razón.
28. Que el juez crea que una toga con puñetas y unos membretes dan la ciencia que solo proporcionan libros y experiencia.
29. Que me diga lo gran abogado que soy antes de poner una sentencia contraria a mis intereses.
30. Que te diga sonriente que, “si lo desea, puede recurrir”.

Pero lo que mas me irrita, es que si el abogado se convierte algún día en juez…¡ incurre en los defectos que criticó!

Y por supuesto que el lector puede añadir mas situaciones si las ha padecido…
En su día me atreví a ofrecer 20 consejos prácticos para ejercer la abogacía con éxito, y me temo, que tras lo expuesto debo añadir el veintiuno:
CONSEJO 21: Demostrar inteligencia emocional respecto del juez que no la demuestra, y en consecuencia no perder de vista que lo importante es el cliente y el caso confiado, demostrando su autocontrol ( ese es el reto) en el foro  y grandes dosis de empatía.   
Así, durante el juicio, pese a percibir alguna conducta desconsiderada o señal impropia, el abogado ha de controlar la irritación porque si se deja germinar y crecer, le perjudicará a él y los intereses de su cliente:
En primer lugar, el abogado alimentará prejuicios hacia el juez y posiblemente esa percepción le desviará del núcleo jurídico del debate ( lo que aprovechará el abogado contrario).
En segundo lugar, el abogado inconscientemente tendrá “el gatillo rápido” y la tendencia a respuestas precipitadas en una suerte de “legítima defensa” (lo que conduce al desahogo instantáneo y la decepción a medio plazo).
Y en tercer lugar, el incidente puede alimentar la idea de que el juicio está perdido y dejar al abogado privado de entusiasmo, o lo que es peor, contribuir con su pasividad a que la fatal profecía de la derrota se cumpla ( siempre hay sorpresas, ya que no siempre lo que parece lo es y menos en el foro).

FUENTE:  CONFILEGAL

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