lunes, 30 de noviembre de 2015

LAS INVASIONES DE LOS BARBAROS



Mosa Trajectum es un resort con campo de golf ubicado en un secarral de la pedanía murciana de Baños y Mendigo. Una urbanización vistosa, planificada con cierto gusto, fundada con capital holandés y que contó con la imagen publicitaria de Johan Cruyff. No fue muy exitosa, desconozco si porque el genial jugador de la naranja mecánica tenía de simpático lo mismo que el Duque de Alba con el que en su tierra asustan a los niños que se portan mal. La paradoja es que la urbanización se hundió por la misma razón que el primer crack bursátil, que fue precisamente el de los tulipanes. Recuerden que en los Países Bajos nació ese invento tan sutil del mercado especulativo que llamamos bolsa y que nos tiene a todos como pendejos pendientes de los caprichos de quienes compran y venden humo, como si la bolsa tuviera las claves de la economía. Todas las grandes crisis, como la inmobiliaria, tienen la misma base: una burbuja especulativa.
Pero no termina ahí la paradoja y verán que hay algo de siniestro en todo esto. Atiendan. El nombre viene de un lugar donde los romanos construyeron un puente para cruzar el río Mosa, cercano al Rihn, en el limes, la frontera fortificada del Imperio, para prevenir e impedir las invasiones bárbaras. Fue inútil tanta cautela militar cuando los bárbaros empezaron a servir como tropas auxiliares de las legiones romanas y terminaron por engrosar los ejércitos mercenarios de la Roma tardoimperial. Por un quítame alla esas pajas, Odoacro, caudillo de los hérulos, destituyó al último emperador romano „que también, ¡oh paradoja!, se llamaba Rómulo, como su fundador„.
De manera que fueron los de la lengua balbuceante, adjetivación despectiva que usaban los griegos para referirse a todos los extranjeros, quienes acabaron con el Imperio romano de Occidente. Pero también el río Mosa estaba en las tierras de frontera del Sacro Imperio Romano Germánico, como no de otra forma estuvo siempre la Lotaringia, el efímero reino dejado por Carlomagno a su hijo Lotario I, devorado por francos y alemanes que eran sus hermanos vecinos. En los siglos XVI y XVII estuvo en manos españolas y allí se libraron por los Tercios de Flandes memorables batallas por el dominio del lugar en que ya sólo quedaban las ruinas del puente romano. Los españoles al mando del Duque de Farnesio llamaron al sitio Mastrique; nombre hoy en desuso después de que otro duque, esta vez el de Orange, lo conquistara para los Países Bajos, independizados bajo sus auspicios.
No acabó ahí la historia bélica del lugar, pues durante los siglos XIX y XX vio pasar de un lado a otro a franceses y prusianos primero y alemanes después. Fue la tierra elegida para que los europeos construyéramos sobre tantas ruina nuestra Unión Europea, pues allí se firmó el tratado fundacional de ésta, que lleva el nombre de la ciudad que si ustedes no han adivinado, yo les diré que se llama Maastricht.
Hoy, del puente sobre el Mosa sólo quedan las ruinas. De la Lotaringia, permanece el Benelux y Suiza, pues el Ducado de Borgoña, la Alsalcia y la Lorena se las adjudicó Francia; mientras Alemania se quedó la Renania, la cuenca del Rihn. De Flandes, la ruina de una patria por las guerras de religión. Del complejo urbanístico, una ruina de empresa. ¿Y de la Unión Europea? Para empezar, la ruina del Mercado Común Europeo, sustituido por una unión política está tan aquejada o más que el propio Cruyff, a quien no nos queda más que desearle en su lucha contra el cáncer el mismo éxito que tuvo como jugador. Pero el cáncer de la UE es el de siempre, la plutocracia que nos gobierna, disfrazada de cancilleres y presidentes como Merkel y Hollande. Si lo que pretenden los yihadistas es hundir nuestra civilización, simplemente debieran retomar la sabiduría de sus ancestros: siéntate a la puerta de tu tienda y verás el cadáver de tu enemigo pasar. No necesitamos de nuevas invasiones de los bárbaros, porque muchos de ellos llevan años en nuestra casa y son ciudadanos con derecho a leer este artículo. Mientras, todavía se discute si montar una Europa de dos velocidades, cuando yo creo que aún seguimos marcha atrás, de tanta espalda que se le da al pueblo.
Curiosamente, para evitar la xenofobia, el presidente Hollande, que sabe de la fuerza que eso da al Frente Nacional „siempre las mismas siglas„, habla de guerra al ISIS „EI, para los españoles„, cuando el terrorismo no debiera ser más que un problema policial y judicial. No obstante, Clinton era más sibilino: cada vez que el escándalo de Mónica Lewinsky pretendía llenar las portadas de los periódicos, él ordenaba un bombardeo selectivo en el Irak de Hussein, sin necesidad de declarar la guerra a nadie.
En nuestro país deberíamos saber que las oleadas fundamentalistas siempre venían del mismo sitio, de donde los almorávides y los almohades, cuando la relajación de las costumbres de los musulmanes de aquí, atemperados a la tierra feraz del sur y levante, tenía un efecto beatífico para ciertos preceptos coráneos que prohibían el alcohol y la carne de cerdo. Claro que eso no fue cosa de uno o dos días, sino varias generaciones. La Historia se escribe con la paciencia con que crece una estalactita.

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